miércoles, 14 de diciembre de 2011
Posmoderno y gilipollas
domingo, 11 de diciembre de 2011
Miscelánea

miércoles, 7 de diciembre de 2011
Nacionalismo para dummies
jueves, 1 de diciembre de 2011
Muerte a la Nación
Esto va de “países”. Uno de los conceptos más oscuros y confusos de la modernidad es el de “Nación”. Su misma polisemia agrava notablemente el problema cuando en el léxico político –fijaos si no en la última legislatura- lo tenemos hasta en la sopa. Oímos hablar de “España, esa gran nación”, de “defender en el parlamento los derechos de la nación vasca”, “nacionalismos periféricos”, “nacionalismo español”. Lo escuchamos referido a un territorio, a la administración del Estado, al conjunto de los ciudadanos, a los límites territoriales, a la lengua, e incluso a la gastronomía. Un término estimado por las fuerzas políticas más dispares, por lo que habrá que prestarle alguna atención. No digo por parte de mi blog, que no lo lee ni el pupas. Utilizo una expresión impersonal para remarcar la mentepollez y catetidad de nuestros coetáneos de modo que al menos nos quedemos con la acostumbrada conclusión “algo hay, pero qué mas da?”. Algo así como lo de Nietzsche, que dijo “Dios ha muerto”, y a la gente le importó un bledo. No es un tema interesante. Lo mismo que yo proclame desde este cuchitril la muerte de la nación como sujeto político soberano. Uno de los tópicos anarco-tradicionales (o neofeudales, u otra denominación más enervante, las anteriores no me acaban de convencer por lo que comentaré más p´adelante).
La muerte de la nación como sujeto político soberano. Al menos la frase es sonora. Como la palabra Nación. Al principio hemos hecho referencia a su polisemia. Este fenómeno polisémico tiene, a mi juicio, tres posibles explicaciones: a) Que quienes la pronuncien no tengan claro su significado; b) Que no signifique algo, y por eso puede significar todo, como “cosa”, “rollo” o “asunto”; c) Que tenga significados tan ramificados, que se olvide su ideogénesis.
Sería moverse en el ámbito de la psicosociología saber qué se quiere decir cuando se dice “nación” por parte de aquellos que utilizan la palabra. Es mejor reseñar lo que “puede” querer decir. En teoría política la palabra Nación tiene tres sentidos básicos, a saber: 1) Nación étnica: a lo que los romanos llamaban las “gentes”, los “linajes”. Se puede tratar de grupos étnicos o lingüísticos; 2) Nación jurídica: los resortes administrativos que regulan las relaciones de los ciudadanos presentes en un territorio determinado, a través del censo, la magistratura y la fiscalidad; 3) Nación política: Quizás la noción más oscura. El resultado voluntario por parte de un grupo de ciudadanos para dotarse de una administración ( Nación jurídica). Realmente todos los disensos semánticos sobre la expresión brotan del desacuerdo de si la existencia de la nación jurídica es la condición suficiente y necesaria para que se pueda hablar de nación o no. La otra versión diría que la Nación jurídica es un resultado que procede de la Nación étnica a través de la nación política. Los ejemplos que se podrían poner son demasiado obvios. Un ejemplo eeeer… España, por ejemplo.
Esta es la desnuda teoría de la Nación moderna, en sus diversas variantes, pero está montada sobre una falacia. Los que defienden que la mera existencia de la nación jurídica –y el obvio asentimiento de los ciudadanos- es suficiente para hablar de “nación” cometen una petición de principio, porque el asentimiento voluntario de esos ciudadanos –la nación política- viene dado por la costumbre. La ciudadanía política como el ordenamiento jurídico, cuando éste ya existe, viene dado por la biología (justamente el más básico y primigenio uso de Nación). Se es español, holandés o chino por el hecho de nacer en España, Holanda o China, y nada más. La adhesión a esas “naciones” no viene dada por un procedimiento político, sino por algo que nada tiene que ver con la teoría de la constitución nacional: procedimientos culturales como la enculturación, educación y socialización. La cultura en el sentido exclusivo del todo complejo de Tylor (puede buscarse en la wikipedia, ahorro espacio). La identificación con la propia “nación” es semejante a la del tupinamba con la tribu de los tupinambas, porque el individuo se culturiza a través de mecanismos sociales –inevitables- que lo separa del estado de naturaleza, y produce un sentimiento “identitario”, que no es sino la necesaria adaptación a costumbres muy ordinarias como la necesidad de alimento, buscar mujeres o cazar osos. O ir al fútbol, apedrear autobuses de equipos rivales, cagar por las mañanas o tomar aguardiente con los cafeses (más civilizado, quizás). Lo que quiero decir es que la ciudadanía política es un elemento objetivo, uno más de las distintas objetivaciones sociales con la que uno vive. Las viejas naciones europeas no surgieron de pronto por un plebiscito social, en donde un único pensamiento –queremos autodonarnos un Estado- produjese un resultado. Una vez aparecido el Estado moderno, no puede hablarse sin más de aceptación por parte de la ciudadanía. De nuevo es hacer psicologismo.
¿Y las naciones étnicas? Podemos decir lo mismo. Su autorreferencialidad de “naciones sin estado” procede también de una teórica voluntad popular de constituirse en “naciones con estado”. Aquí el tema es mucho más llamativo, ya que esos grupos étnicos existen mucho antes del surgimiento del Estado moderno. Su carácter étnico coexiste sin más en comunidades políticas -o no- más amplias sin que tal etnicidad tenga alguna relevancia para la comunidad política. Ojo, ninguna relevancia en cuanto a las demandas de regulación. Así, sus peculiaridades étnicas no tienen consecuencias políticas hasta que aparecen los Estados nacionales, a cuyo modelo quieren asimilarse. No es tan distinto del modelo anterior que pone en un acto desiderativo de la "voluntad colectiva" el origen de la nación, aún cuando ésta carezca de organismo administrativo alguno. Y como las lenguas, los gazpachos, las sardanas y muiñeiras carecen de órgano para expresar su voluntad, la definición de Nación en este caso, puede asimilarse a la anterior: una voluntad colectiva, etc etc. Además, puede observarse que la "decisión soberana" de definirse como nación se origina en contextos socioculturales muy específicos, donde un grupo -religioso, étnico, político- focaliza el descontento común hacia la conformación de un proyecto "soberano". En este caso se observa más claramente como es el nacionalismo el que crea la Nación, y no a la inversa.
En lo referente a la etnicidad debe hacerse una salvedad. Se trata de un hecho real, social y cultural. Pero un hecho más, integrado en los diversos parámetros de una cultura determinada, derivado de muchas variables, y sujeto a la evolución, de la misma manera que los otros focos de la cultura lo están a variables económicas, medioambientales, o adaptativas.
Por eso, podemos hablar de “comunidad política” sin referirla a “Estado”. Esa asimilación sólo tiene sentido desde el paradigma del “Estado nacional”, cuya aparición determinará la diferencia –tan habitual, que pesadez- entre “sociedad civil” y “Estado”. Es una terminología moderna, derivada de la misma naturaleza de los estados nacionales. Cuando en la antigüedad se habla de comunidad política, se integra la ética, la cultura (en el sentido mencionado), y la sociedad. Porque eso es la comunidad política: un conjunto de esferas culturales estructuralmente acopladas, sin un eje definido, que están en continua interacción y cambio, con principios propios de autodesarrollo en cada una de las esferas, lo cual permite la aparición de sinergias políticas. La demostración sólo exige la descripción de los modos de intercambio social que se dan hasta los siglos XVIII y XIX.
Los estados nacionales tienen que ver, por una parte, aunque a algunos les pueda resultar sorprendente- con una exigencia embrionaria del desarrollo económico capitalista, y por otro con el nuevo concepto de “cultura” que aparece en la filosofía idealista alemana del siglo XIX. Pero eso lo dejo para otro día.